No fue un evento, fue un síntoma y también una señal.
Foto : Colombia Humana/ Portal Magazin mi gente
El pasado fin de semana, más de mil quinientas personas —provenientes de los 40 municipios y 2 distritos del Valle del Cauca— llegaron al corregimiento de Rozo, Palmira, convocadas por la Colombia Humana. El objetivo: conformar los comités territoriales que impulsarán el voto afirmativo en la consulta popular sobre las reformas sociales propuestas por el gobierno de Gustavo Petro. Pero lo que ocurrió allí fue más profundo que una cita organizativa: fue una afirmación colectiva de que la política también puede brotar desde la raíz.
Foto: RMC NoticiasAquí no hubo marketing, ni selfie institucional. Lo que hubo fue escucha, palabra, territorio. Diez mesas de trabajo, con preguntas orientadoras, reunieron a líderes comunitarios, campesinos, afros, jóvenes, ambientalistas, académicos y activistas barriales. Nadie vino a recibir línea. Cada quien vino a pensar el país desde su experiencia, a debatir desde la vida. Y eso es lo que marca la diferencia: que las reformas no se vean como paquetes técnicos, sino como apuestas que interpelan el día a día de quienes siempre han sido excluidos del poder de decidir.
Ferney Lozano Camelo, diputado del Valle, fue claro: “Estamos construyendo las preguntas que enviaremos al Senado”. Ese gesto —formar colectivamente las preguntas— es profundamente político. Porque si algo ha sido negado al pueblo colombiano es precisamente eso: el derecho a preguntar, a imaginar, a reescribir lo que otros han impuesto durante décadas.
Foto: RMC NoticiasEsta consulta popular, todavía en construcción, no puede ser entendida solo como una jugada institucional. Es también una posibilidad de reorganización desde abajo. Y los comités que nacieron en Rozo son semillas de otra forma de hacer política: no desde la obediencia, sino desde la conversación. No desde el ruido electoral, sino desde el tejido.
Y eso incomoda. Porque el sistema no teme al voto, pero sí a la conciencia. No teme a la participación formal, pero sí al pensamiento colectivo que se organiza.
Desde el sur occidente colombiano, donde el conflicto ha dejado huellas profundas y la pobreza ha sido administrada como política de Estado, el Valle del Cauca empieza a decir otra cosa: que la esperanza no está en la institucionalidad salvadora, sino en la comunidad que no se rinde. Y que las reformas solo serán posibles si se encarnan en la palabra de la gente, en sus preguntas, en su capacidad de soñar en plural.
No sabemos si la consulta se hará, ni cómo. Pero sí sabemos que algo se movió en Rozo. Y eso, en un país como el nuestro, ya es una forma de resistencia.
Redacción de RMC Noticias
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